Pero sin duda, cuando uno decide escribir (aunque no lo lea nadie) es porque muy dentro del alma y el cuerpo una fuerza extraordinaria quiere escupir el montón de sentimientos que se van acumulando en los días, meses, años... son tantos los momentos que quedan grabados que de pronto se apretujan para poder salir en una hoja blanca con la intención de encontrar paz. Nadie, nadie podrá entenderlo si no lo ha sentido.
Algunas noches, cuando todo está en silencio y sólo el tic-tac del reloj penetra en los oídos llega a mi mente una historia, un personaje que empieza a hacer su nido en ese montón de neuronas y no deja de dar lata; una sonrisa, un sentimiento, una mueca y me pide salir. Sin embargo, yo lo guardo, le reprimo por días, me da miedo que salga y me coma o por lo menos huya de mí; y eso duele, al fin de cuentas es parte mía no?.
Tengo amigos escritores que tienen libros publicados, otros aunque también con mucho talento no han visto plasmado su trabajo en un ejemplar; ellos han sido también parte importante de mi historia de vida, sus relatos se van entretejiendo y dejando espacios en mi interior que me llevan de la mano para poder soñar. Me han obsequiado sus loas y poesías, han permitido que sea su musa ((lo recuerdas comensal?). Al leerlos siento que éste mi mundo real se acaba y entro a otro que yo desconozco.
Una noche de mayo leía muy entretenida un libro de Elena Poniatowska y de repente mi corazón dio un vuelco de 180º y lloré como una plañidera, sentí tanto el desenlace que no podía creer lo que estaba pasando, mi familia se espantó y me preguntó si me sentía bien y les dije que no, que me dolia el pecho y que por favor me dejaran sola. Sí, sé que se puede pensar que no estoy en mis cabales, pero cuando leo un libro entro de la mano del escritor a su mundo y le doy mi agradecimiento porque me ha permitido compartir con él o ella ese espacio tan íntimo y tan real que me está presentando.
La escritura me ha dado vida, gracias a ella no he desfallecido en el camino de la soledad, la tristeza y la muerte; así como me ha dado rienda suelta en el amor, la pasión y la alegría. Sé que los signos gráficos me han enseñado a vivir y me han permitido mostrar a otr@s lo que pienso y siento. Mis amig@s dicen que siempre tengo la palabra precisa (en la oralidad) que incluso debo aprender a guardar silencio, pero la verdad creo que la mejor herramienta que tengo es a través de la palabra escrita. Con ella he gritado y suplicado, reído y llorado... he sido feliz.
Escribirle a Paula cuando sabía que iba a morir me hace pensar en ella cada vez que veo esa hoja amarillenta del cuaderno scribe, las cartas de amor a Leobardo cuando eramos novios me hicieron creer que esto a lo que llamamos Amor puede o podía ser realidad, mis agendas guardan recados a mis amigas que son cómplices de locuras y estrategias para salvar el mundo; escribirle a Edwin una noche en que dormía en su habitación cuando tenía tres años era enviarme a un futuro anunciado de su pronto volar y sus deseos de ser independiente. Cuántas cosas no he escrito!. A mi madre le lloré por su cáncer y por el amor ofrendado, a mi padre por su silencio y su abandono, a mis hermanos por la indiferencia y la querencia de pequeños.
¿Qué me ha dado la escritura? Vida.
No podría vivir sin decirle Te Amo Hermoso al que me ayuda a existir, Gracias a la amiga que me ha dado su hombro, me ha permitido compartir con mis jóvenes estudiantes este sinuoso camino de las letras (gracias muchachos) y mucho menos podría vacíar la impotencia y el coraje que me corre por las venas al ver una mujer violentada. Gracias palabra!!!
Dicen que cuando uno lee adquiere el mal de Don Quijote, bendito mal y bendito caballero de la triste figura, que me guarde en lo tibio de su seno para seguir en la bienandaza del papel, la pluma y la escritura.