jueves, 10 de diciembre de 2009

LAS HORAS

La lucha contra los demonios internos, las letras, el amor, el desamor, la coincidencia, el destino, las decisiones, el suicidio, los recuerdos. Día a día, hora tras hora. Habrá que entender la vida por ello, amarla por ello y sí, también, apartarla por ello. Pero... ¿ y qué si decidimos no amarla, no aceptarla y sólo... apartarla?

Si en el 7o. arte existe lo perfecto, Las Horas se acerca mucho a ello. Su despilfarro histriónico, su narración intoxicante y su soberbia edición, la convierten en una realización espléndida y adictiva. Pero más allá de eso, esta cinta cautiva y remueve las entrañas, por ser capaz de mirarnos de frente y enseñarnos los ángulos más oscuros y dolorosos del existir, la enfermedad, la tristeza, la solitud, la locura; y por encima de ellos, todavía ofrecer, un rayo de esperanza.

Los 20's. Virginia Woolf, la afamada escritora británica no halla su sitio en este mundo y ya ha tratado de huir dos veces de él; sin embargo sus intentos han sido frustrados. Su pluma, la tinta y el personaje novelesco de Mrs. Dalloway, son sólo el medio para expresar su hartazgo, su dolor y su soledad.

Los 50's. Laura Brown se halla cautivada por la lectura de Mrs. Dalloway. Las letras de Virginia Woolf le resultan familiares en más de un sentido. Su vida es también un hueco lleno de nada, un camino sin destino y un grito que nadie oye en su miserable oscuridad.

2001. Clarissa Vaughn, editora neoyorquina prepara una fiesta para homenajear a su mejor amigo Richard, quien a su vez, está muriendo de SIDA. Fue el mismo Richard, quien muchos años atrás, cuando fueran amantes, bautizara a Clarissa con el sobrenombre de Mrs. Dalloway. Pero eso fue antes; antes de la monotonía, del sopor, de la vaciedad.

La vida de tres mujeres en un sólo día; tres dramáticas historias cuidadosamente hiladas a través del delicioso sabor de la literatura. Tres destinos en tres tiempos distintos y que sin embargo comparten, por extraño capricho del destino, un secreto, un sino y una vital decisión.
¿Cuántas formas tenemos de morir?. ¿Es que acaso sólo existe la muerte física?; la partida del único ser que nos hace sentir vivos, ¿No es un deceso espiritual?. El aguantar una vida que no elegimos, que no queremos y que no estamos dispuestos a soportar ¿no es peor que morir?

domingo, 6 de diciembre de 2009

CORALINE


Coraline (conocida en España como Los mundos de Coraline y en Hispanoamérica como Coraline y la puerta secreta).

Es una película de animación estadounidense basada en la novela de Neil Gaiman Coraline, publicada en 2002.

Coraline Jones es una niña que acaba de mudarse junto a sus padres a una nueva casa. Dado que estos están muy ocupados con su trabajo,su padre le propone explorar la nueva casa, Coraline empieza a explorar la casa y alrededores, conociendo a varios y excéntricos vecinos como el señor Bobinsky, las señoritas Spink y Forcible, Wybie y un gato callejero.Tambien descubrio una puerta pequeña en el salón de la nueva casa.


La noche en la que ella descubre la puerta se despierta, ya que hay varios ratones cuando los ratones se meten por la purta pequeña y Coraline la abre, se abre una especie de "pasadizo" que lleva a un mundo paralelo en el que la gente que conoce es más divertida y cariñosa, aunque en vez de ojos tienen botones. La tercera noche que, Coraline descubre que ese mundo es falso inventado por una bruja que adopta la forma de su madre para atraparla y conseguir que se quede con ella.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Kafka y Sartre


Ser infeliz
Franz Kafka

Cuando ya eso se había vuelto insoportable -una vez al atardecer, en noviembre-, y yo me deslizaba sobre la estrecha alfombra de mi pieza como en una pista, estremecido por el aspecto de la calle iluminada, me di vuelta otra vez, y en lo hondo de la pieza, en el fondo del espejo, encontré no obstante un nuevo objetivo, y grité, solamente por oír el grito al que nada responde y al que tampoco nada le sustrae la fuerza de grito, que por lo tanto sube sin contrapeso y no puede cesar aunque enmudezca; entonces desde la pared se abrió la puerta hacia afuera así de rápido porque la prisa era, ciertamente, necesaria, e incluso vi los caballos de los coches abajo, en el pavimento, se levantaron como potros que, habiendo expuesto los cuellos al enemigo, se hubiesen enfurecido en la batalla. Cual pequeño fantasma, corrió una niña desde el pasillo completamente oscuro, en el que todavía no alumbraba la lámpara, y se quedó en puntas de pie sobre una tabla del piso, la cual se balanceaba levemente encandilada en seguida por la penumbra de la pieza, quiso ocultar rápidamente la cara entre las manos, pero de repente se calmó al mirar hacia la ventana, ante cuya cruz el vaho de la calle se inmovilizó por fin bajo la oscuridad. Apoyando el codo en la pared de la pieza, se quedó erguida ante la puerta abierta y dejó que la corriente de aire que venía de afuera se moviese a lo largo de las articulaciones de los pies, también del cuello, también de las sienes. Miré un poco en esa dirección, después dije: "buenas tardes", y tomé mi chaqueta de la pantalla de la estufa, porque no quería estarme allí parado, así, a medio vestir. Durante un ratito mantuve la boca abierta para que la excitación me abandonase por la boca. Tenía la saliva pesada; en la cara me temblaban las pestañas. No me faltaba sino justamente esta visita, esperada por cierto. La niña estaba todavía parada contra la pared en el mismo lugar; apretaba la mano derecha contra aquélla, y, con las mejillas encendidas, no le molestaba que la pared pintada de blanco fuese ásperamente granulada y raspase las puntas de sus dedos. Le dije: -¿Es a mí realmente a quien quiere ver? ¿No es una equivocación? Nada más fácil que equivocarse en esta enorme casa. Yo me llamo así y asá; vivo en el tercer piso. ¿Soy entonces yo a quien usted desea visitar? -¡Calma, calma! -dijo la niña por sobre el hombro-; ya todo está bien. -Entonces entre más en la pieza. Yo querría cerrar la puerta.-Acabo justamente de cerrar la puerta. No se moleste. Por sobre todo, tranquilícese. -¡Ni hablar de molestias! Pero en este corredor vive un montón de gente. Naturalmente todos son conocidos míos. La mayoría viene ahora de sus ocupaciones. Si oyen hablar en una pieza creen simplemente tener el derecho de abrir y mirar qué pasa. Ya ocurrió una vez. Esta gente ya ha terminado su trabajo diario; ¿a quién soportarían en su provisoria libertad nocturna? Por lo demás, usted también ya lo sabe. Déjeme cerrar la puerta. -¿Pero qué ocurre? ¿Qué le pasa? Por mí, puede entrar toda la casa. Y le recuerdo; ya he cerrado la puerta; créalo. ¿Solamente usted puede cerrar las puertas?-Está bien, entonces. Más no quiero. De ninguna manera tendría que haber cerrado con la llave. Y ahora, ya que está aquí, póngase cómoda; usted es mi huésped. Tenga plena confianza en mí. Lo único importante es que no tema ponerse a sus anchas. No la obligaré a quedarse ni a irse. ¿Es que hace falta decírselo? ¿Tan mal me conoce? -No. En realidad no tendría que haberlo dicho. Más todavía: no debería haberlo dicho. Soy una niña; ¿por qué molestarse tanto por mí? -¡No es para tanto! Naturalmente, una niña. Pero tampoco es usted tan pequeña. Ya está bien crecidita. Si fuese una chica no habría podido encerrarse, así no más, conmigo en una pieza. -Por eso no tenemos que preocuparnos. Solamente quería decir: no me sirve de mucho conocerle tan bien; sólo le ahorra a usted el esfuerzo de fingir un poco ante mí. De todos modos, no me venga con cumplidos. Dejemos eso, se lo pido, dejémoslo. Y a esto hay que agregar que no lo conozco en cualquier lugar y siempre, y de ninguna manera en esta oscuridad. Sería mucho mejor que encendiese la luz. No. Mejor no. De todos modos, seguiré teniendo en cuenta que ya me ha amenazado. -¿Cómo? ¿Yo la amenacé? ¡Pero por favor! ¡Estoy tan contento de que por fin esté aquí! Digo "por fin" porque ya es tan tarde. No puedo entender por qué vino tan tarde. Además es posible que por la alegría haya hablado tan incongruentemente, y que usted lo haya interpretado justamente de esa manera. Concedo diez veces que he hablado así. Sí. La amenacé con todo lo que quiera. Una cosa: por el amor de Dios, ¡no discutamos! ¿Pero, cómo pudo creerlo? ¿Cómo pudo ofenderme así? ¿Por qué quiere arruinarme a la fuerza este pequeño momentito de presencia suya aquí? Un extraño sería más complaciente que usted. -Lo creo. Eso no fue ninguna genialidad. Por naturaleza estoy tan cerca de usted cuanto un extraño pueda complacerle. También usted lo sabe. ¿A qué entonces esa tristeza? Diga mejor que está haciendo teatro y me voy al instante. -¿Así? ¿También esto se atreve a decirme? Usted es un poco audaz. ¡En definitiva está en mi pieza! Se frota los dedos como loca en mi pared. ¡Mi pieza, mi pared! Además, lo que dice es ridículo, no sólo insolente. Dice que su naturaleza la fuerza a hablarme de esta forma. Su naturaleza es la mía, y si yo por naturaleza me comporto amablemente con usted, tampoco usted tiene derecho a obrar de otra manera. -¿Es esto amable? -Hablo de antes. -¿Sabe usted cómo seré después? -Nada sé yo. Y me dirigí a la mesa de luz, en la que encendí una vela. Por aquel entonces no tenía en mi pieza luz eléctrica ni gas. Después me senté un rato a la mesa, hasta que también de eso me cansé. Me puse el sobretodo; tomé el sombrero que estaba en el sofá, y de un soplo apagué la vela. Al salir me tropecé con la pata de un sillón. En la escalera me encontré con un inquilino del mismo piso. -¿Ya sale usted otra vez, bandido? -preguntó, descansando sobre sus piernas bien abiertas sobre dos escalones. -¿Qué puedo hacer? -dije-. Acabo de recibir a un fantasma en mi pieza. -Lo dice con el mismo descontento que si hubiese encontrado un pelo en la sopa. -Usted bromea. Pero tenga en cuenta que un fantasma es un fantasma. -Muy cierto: ¿pero cómo, si uno no cree absolutamente en fantasmas? -¡Ajá! ¿Es que piensa usted que yo creo en fantasmas? ¿Pero de qué me sirve este no creer?-Muy simple. Lo que debe hacer es no tener más miedo si un fantasma viene realmente a su pieza.-Sí. Pero es que ése es el miedo secundario. El verdadero miedo es el miedo a la causa de la aparición. Y este miedo permanece, y lo tengo en gran forma dentro de mí. De pura nerviosidad, empecé a registrar todos mis bolsillos. -Ya que no tiene miedo de la aparición como tal, habría debido preguntarle tranquilamente por la causa de su venida. -Evidentemente, usted todavía nunca ha hablado con fantasmas; jamás se puede obtener de ellos una información clara. Eso es un de aquí para allá. Estos fantasmas parecen dudar más que nosotros de su existencia, cosa que por lo demás, dada su fragilidad, no es de extrañar. -Pero yo he oído decir que se les puede seducir.-En ese punto está bien informado. Se puede. ¿Pero quién lo va a hacer? -¿Por qué no? Si es un fantasma femenino, por ejemplo -dijo, y subió otro escalón. -¡Ah, sí...! -dije-, pero aún así no vale la pena. Recapacité.Mi vecino estaba ya tan alto que para verme tenía que agacharse por debajo de una arcada de la escalera. -Pero no obstante -grité-, si usted ahí arriba me quita mi fantasma, rompemos relaciones para siempre. -¡Pero si fue solamente una broma! -dijo, y retiró la cabeza. -Entonces está bien -dije. Y ahora sí que, a decir verdad, podría haber salido tranquilamente a pasear; pero como me sentí tan desolado preferí subir, y me eché a dormir.
El existencialismo es un humanismo
Sartre
"Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace".

jueves, 26 de noviembre de 2009

OSCAR WILDE


TITULO: Wilde
AÑO: 1997
DURACIÓN: 117 min
DIRECTOR: Brian Gilbertee
GUIÓN: Julian Mitchell (Novela: Richard Ellmann)
MÚSICA: Debbie Wiseman
FOTOGRAFÍA: Martin Fuhrer
PRODUCTORA: Capitol FilmsGÉNERO: Drama / Biográfica

SINOPSIS:

Wilde es la historia de un genio...un hombre que tuvo la osadía de enfrentarse a los tabúes de la sociedad británica, la hipocresía y la estupidez. Es una narración del episodio más amargo del famoso autor Oscar Wilde; una vida llena de escándalos y de éxitos... una época en la que ser diferente se consideraba un delito, y la envidia perseguía a los genios...

Vanguardistas

Oscar Wilde

· Nace en Dublín, Irlanda (perteneciente al Reino Unido)
· Clase noble y de religión protestante
· Cosmopolita
· Inicia la corriente del Dandismo (Que es una filosofía estética ”Todo arte es más bien inútil”)
· Ingenio punzante y de sarcasmo hacia la sociedad
· Dramaturgo, cuentista y novelista
· Vivió en el Londres Victoriano
· Obras: El retrato de Dorian Grey y el Príncipe Feliz


FRANZ KAFKA


· Praga, Checoslovaquia
· Escribió en alemán
· Novelista
· Temeroso por su aspecto
· Estudió Derecho
· Sufrió Desentendimiento por su padre
· Fue naturista
· Pensaba en un mundo complicado y existencial
· Su obra fue publicada post- mortem, aún se siguen buscando sus obras perdidas
· “No esperemos que el mundo nos salve”
· Obras: La metamorfosis, Carta al padre, Un médico rural

lunes, 23 de noviembre de 2009

PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS


El film de Francisco Lombardi basada en la novela homónima de Mario Vargas Llosa, comienza con un plano secuencial que acompaña el recorrido de un oficial dentro de una sofisticada dependencia militar. A continuación, una reunión entre un general y un coronel, durante la cual eligen a un capitán, Pantaleón Pantoja, para una difícil misión.Cuando Pantaleón llega a Iquitos, lo recibe un calor insoportable. Despues de un viaje en mototaxi, le recibe otro general que le explica que su nueva asignación consiste: En organizar el servicio de “visitadoras“, las cuales se ocuparán de satisfacer las necesidades sexuales de los sacrifícados soldados en los puestos de la frontera amazónica.Pantaleón es un oficial y esposo ejemplar, se resiste a cumplir órdenes superiores, pero finalmente no puede rehusarse. Así que organiza la oficina más eficiente del ejército peruano y como era obvio los problemas comienzan, mientras su obsesión por una de las visitadoras (“La Colombiana“) aumenta, El Sinchi (el locutor que conduce el programa radial de mayor audiencia de Iquitos) le pisa los talones y las cosas se complican cada vez más.

domingo, 22 de noviembre de 2009

CUENTO DE GABRIEL GARCIA MARQUEZ



La luz es como el agua

Gabriel García Márquez


En Navidad los niños volvieron a pedir un bote de remos.
-De acuerdo -dijo el papá, lo compraremos cuando volvamos a Cartagena.
Totó, de nueve años, y Joel, de siete, estaban más decididos de lo que sus padres creían.
-No -dijeron a coro-. Nos hace falta ahora y aquí.
-Para empezar -dijo la madre-, aquí no hay más aguas navegables que la que sale de la ducha.
Tanto ella como el esposo tenían razón. En la casa de Cartagena de Indias había un patio con un muelle sobre la bahía, y un refugio para dos yates grandes. En cambio aquí en Madrid vivían apretados en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. Pero al final ni él ni ella pudieron negarse, porque les habían prometido un bote de remos con su sextante y su brújula si se ganaban el laurel del tercer año de primaria, y se lo habían ganado. Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de flotación.
-El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-. El problema es que no hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por la escalera, y en el garaje no hay más espacio disponible.
Sin embargo, la tarde del sábado siguiente los niños invitaron a sus condiscípulos para subir el bote por las escaleras, y lograron llevarlo hasta el cuarto de servicio.
-Felicitaciones -les dijo el papá ¿ahora qué?
-Ahora nada -dijeron los niños-. Lo único que queríamos era tener el bote en el cuarto, y ya está.
La noche del miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron al cine. Los niños, dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la bombilla encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llego a cuatro palmos. Entonces cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.
Esta aventura fabulosa fue el resultado de una ligereza mía cuando participaba en un seminario sobre la poesía de los utensilios domésticos. Totó me preguntó cómo era que la luz se encendía con sólo apretar un botón, y yo no tuve el valor de pensarlo dos veces.
-La luz es como el agua -le contesté: uno abre el grifo, y sale.
De modo que siguieron navegando los miércoles en la noche, aprendiendo el manejo del sextante y la brújula, hasta que los padres regresaban del cine y los encontraban dormidos como ángeles de tierra firme. Meses después, ansiosos de ir más lejos, pidieron un equipo de pesca submarina. Con todo: máscaras, aletas, tanques y escopetas de aire comprimido.
-Está mal que tengan en el cuarto de servicio un bote de remos que no les sirve para nada -dijo el padre-. Pero está peor que quieran tener además equipos de buceo.
-¿Y si nos ganamos la gardenia de oro del primer semestre? -dijo Joel.
-No -dijo la madre, asustada-. Ya no más.
El padre le reprochó su intransigencia.
-Es que estos niños no se ganan ni un clavo por cumplir con su deber -dijo ella-, pero por un capricho son capaces de ganarse hasta la silla del maestro.
Los padres no dijeron al fin ni que sí ni que no. Pero Totó y Joel, que habían sido los últimos en los dos años anteriores, se ganaron en julio las dos gardenias de oro y el reconocimiento público del rector. Esa misma tarde, sin que hubieran vuelto a pedirlos, encontraron en el dormitorio los equipos de buzos en su empaque original. De modo que el miércoles siguiente, mientras los padres veían El último tango en París, llenaron el apartamento hasta la altura de dos brazas, bucearon como tiburones mansos por debajo de los muebles y las camas, y rescataron del fondo de la luz las cosas que durante años se habían perdido en la oscuridad.
En la premiación final los hermanos fueron aclamados como ejemplo para la escuela, y les dieron diplomas de excelencia. Esta vez no tuvieron que pedir nada, porque los padres les preguntaron qué querían. Ellos fueron tan razonables, que sólo quisieron una fiesta en casa para agasajar a los compañeros de curso.
El papá, a solas con su mujer, estaba radiante.
-Es una prueba de madurez -dijo.
-Dios te oiga -dijo la madre.
El miércoles siguiente, mientras los padres veían La Batalla de Argel , la gente que pasó por la Castellana vio una cascada de luz que caía de un viejo edificio escondido entre los árboles. Salía por los balcones, se derramaba a raudales por la fachada, y se encauzó por la gran avenida en un torrente dorado que iluminó la ciudad hasta el Guadarrama.
Llamados de urgencia, los bomberos forzaron la puerta del quinto piso, y encontraron la casa rebosada de luz hasta el techo. El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último episodio de la película de media noche prohibida para niños.
Al final del corredor, flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en la popa del bote, aferrado a los remos y con la máscara puesta, buscando el faro del puerto hasta donde le alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba en la proa buscando todavía la altura de la estrella polar con el sextante, y flotaban por toda la casa sus treinta y siete compañeros de clase, eternizados en el instante de hacer pipí en la maceta de geranios, de cantar el himno de la escuela con la letra cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse a escondidas un vaso de brandy de la botella de papá. Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Documental México 68


Debido al movimiento estudiantil popular de 1968, Óscar Menéndez realizó la película «México 68». Esta obra en la que participan los principales personajes de la gesta: Heberto Castillo, José Revueltas, Eli de Gortari, Fausto Trejo, Alberto Híjar, Roberto Escudero, Pablo Gómez, entre otros, y artistas y poetas como Leopoldo Ayala, Óscar Chávez, Amparo Ochoa, Judith Reyes, José Luis Cuevas, y estudiantes, es un ejercicio de reflexión sobre los hechos ocurridos en 68. El conjunto de imágenes es un verdadero testimonio vivo de la grandeza del movimiento estudiantil así como de la brutalidad criminal que ejerció el gobierno de Díaz Ordaz y su secretario de gobernación Luis Echeverría Álvarez, y de la paradoja de un pueblo que lucha por la democracia y un gobierno que lo reprime hasta el genocidio.

Las imágenes fílmicas del movimiento estudiantil y su consecución en la matanza del 2 de octubre de la Plaza de las Tres Cultural en Tlatelolco son originales y representan un testimonio que todo mexicano ddebe conocer y analizar para que esos hechos criminales que se ejercieron contra el pueblo de México no se vuelvan a repetir en nuestro país.Demandas del movimiento estudiantil del 68:
1. Libertad a los presos políticos
2. Destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, así como también del teniente coronel Armando Frías
3. Extinción del Cuerpo de Granaderos, "instrumento directo en la represión" y no creación de cuerpos semejantes
4. Derogación del artículo 145 y 145 bis del Código Penal Federal (Delito de Disolución Social), "instrumentos jurídicos de la agresión"
5. Indemnización de las familias de los muertos y los heridos que fueron "víctimas de la agresión" desde el viernes 26 de julio en adelante
6. Deslindamiento de responsabilidades de los "actos de represión y vandalismo" por parte de las autoridades, a través de la policía, granaderos y ejército.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Octavio Paz


El ramo azul


Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina. Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras de cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo entrecerrado. Con voz ronca me preguntó:-¿Dónde va señor?-A dar una vuelta. Hace mucho calor.-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera quedarse.Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí un cigarrillo. De pronto salió la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré el aire de los tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también habían establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo era un vasto sistema de señales, una conversación entre seres inmensos. Mis actos, el serrucho del grillo, el parpadeo de la estrella, no eran sino pausas y sílabas, frases dispersas de aquel diálogo. ¿Cuál sería esa palabra de la cual yo era una sílaba? ¿Quién dice esa palabra y a quién se la dice? Tiré el cigarrillo sobre la banqueta. Al caer, describió una curva luminosa, arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo.Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los labios que en ese momento me pronunciaban con tanta felicidad. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar la calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes percibí unos huaraches sobre las piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:-No se mueva , señor, o se lo entierro.Sin volver la cara pregunte:-¿Qué quieres?-Sus ojos señor –contestó la voz suave, casi apenada.-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.-No tenga miedo señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.-Pero, ¿para qué quieres mis ojos?-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules y por aquí hay pocos que los tengan.-Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.-Ay, señor no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.-No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.-No se haga el remilgoso, me dijo con dureza. Dé la vuelta.Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma la cubría medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de campo, que brillaba con la luz de la luna.-Alúmbrese la cara.Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos. El apartó mis párpados con mano firme. No podía ver bien. Se alzó sobre las puntas de los pies y me contempló intensamente.La llama me quemaba los dedos. La arrojé. Permaneció un instante silencioso.-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.-¡Ah, qué mañoso es usted! –respondió- A ver, encienda otra vez.Froté otro fósforo y lo acerqué a mis ojos. Tirándome de la manga, me ordenó.-Arrodíllese.Mi hinqué. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la cabeza hacia atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.-Ábralos bien –ordenó.Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.-Pues no son azules, señor. Dispense.Y despareció. Me acodé junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me incorporé. A tropezones, cayendo y levantándome, corrí durante una hora por el pueblo desierto. Cuando llegué a la plaza, vi al dueño del mesón, sentado aún frente a la puerta.Entré sin decir palabra.Al día siguiente huí de aquel pueblo.
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Dos cuerpos


Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.
Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.

Jorge Luís Borges


Diálogo sobre un diálogo

A. Distraidos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzulra más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernandez repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que pueda sucederle a un hombre. Yo jugaba con una navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.Z (burlon).- Pero sospecho que al final no se resolvieron.A (ya en plena mística).- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.
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EL PUÑAL


En un cajón hay un puñal. Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano.Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina. Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre.En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal con su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres. A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fé, tan apacible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.

CARLOS MONSIVAIS


"Pobreza y falta de lectura están relacionadasEstoy convencido que el lenguaje y la coherencia de las sociedades latinoamericanas depende en mucho de la lectura", dice Carlos Monsiváis

GUATEMALA, Guatemala, jul. 26, 2008.- En entrevista con Noticieros Televisa luego de dictar la conferencia inaugural de la V Feria Internacional del Libro en Guatemala, el escritor mexicano Carlos Monsiváis, se manifestó por abrir espacios para que la lectura llegue a llegue a todos los sectores sociales de América Latina, donde dijo que la pobreza tiene un vínculo directo con la falta de lectura en los países de habla hispana.A continuación presentamos la conversación:Francisco Cuevas: ¿Hay relación entre la pobreza y la falta de acceso a la lectura en América Latina?Carlos Monsiváis: Hay una relación muy directa, la pobreza engendra una cadena de desánimos y uno de los primeros es: ¡Para qué voy a leer!... Llego cansado, llego abatido por el trabajo o por la búsqueda del trabajo y la lectura no me va a recompensar porque exige un esfuerzo que en estos momentos yo no soy capaz de dar.El razonamiento es falso, pero nadie le va a decir a quien lo emprende, que eso es falso; no hay autoridad moral para hacerlo. Y un segundo condicionante es que en la pobreza no hay tradiciones de lectura.Francisco Cuevas: ¿Qué tienen que hacer los gobiernos para que sobre todo los jóvenes tengan acceso a los libros?Carlos Monsiváis: En México vimos un esfuerzo, no me tome como chovinista, pero vimos un esfuerzo patético del señor (Vicente) Fox cuando era Presidente; se llamaba algo así como México hacia un país de lectores... Eso nunca funcionó porque no es diciendo debes de leer como se va a promover la lectura... Se fomenta la lectura recomendado libros específicos, creando y fortaleciendo las bibliotecas de aula en las escuelas... Logrando que las familias se interesen por la lectura como un asunto de cohesión interna; si no, a lo que se llega es a eso, a demagogias, fotos con la gente diciendo debes leer.Este es un momento en que estoy convencido que el lenguaje, la coherencia interna de la sociedad latinoamericana, depende en mucho de la lectura.Francisco Cuevas: ¿Qué se tiene que hacer en nuestros países, los de habla hispana, para que nuestros niños y jóvenes tengan acceso a los libros?Carlos Monsiváis: Cuando se han dado en México las ofertas, cuando los libros se abaratan, la respuesta de los jóvenes ha sido formidable. Recientemente una venta de bodega de las editoriales llevó a trescientas mil personas; eso es inaudito. Sin embargo, lo que pasa es que los jóvenes compradores se desaniman ante el precio.El libro español que es tan fundamental, el libro traducido o escrito en España es inaccesible, y todo eso tiene una repercusión directa en el ánimo. Sin embargo, estoy convencido que si hubiera ediciones de precio accesible la venta sería extraordinaria; ahora también lo que sucede es que no hay manera de saber qué se publica en otros países. Yo aquí (Guatemala) vengo a saber qué se ha publicado en Guatemala y cuando voy a un país de América Latina es lo primero que intento ver, porque allá (México) no llega.Tampoco llega el cine, o llega muy escasamente si es producido por varios países, y lo que no puede ser, tan cerca del bicentenario (de la independencia de varios países latinoamericanos) es que estemos tan desconectados, tan apartados.Francisco Cuevas: ¿Por qué las diferencias entre los países de habla hispana, unos con más acceso a la literatura y otros con poco o nada de acceso?Carlos Monsiváis: Bueno, porque nunca ha habido una gran cultura del libro en la vida hispanoamericana... En España sí se ha robustecido pese al paréntesis trágico y patético del Franquismo; pero durante el Virreinato simplemente no se leía, son tres siglos de aislamiento de la lectura... En el caso de las mujeres, de prohibición de la lectura, y luego tampoco los dos siglos siguientes han sido muy pródigos en alimentar la idea de la cultura como una relación familiar, individual, social; entonces, siempre ha habido grupos de lectores profesionales, por así decirlo, para los cuales la lectura es una parte indispensable de su vida, pero la mayoría no y ahora ante la competencia de los medios electrónicos, etcétera, el asunto se dificulta más.En todas las casas de mis amigos crece la videoteca y se estanca la biblioteca... Prácticamente no hay ya un joven que no intente una videoteca, inclusive con las dificultades, entre ellas la piratería, el noventa por ciento de los DVD son piratas, incluso la asistencia a los cines también ha disminuido por el DVD. Entonces, esto es un hecho, cada vez habrá más videotecas o dvdtecas y cada vez menos bibliotecas en las casas.

jueves, 5 de noviembre de 2009



Ficha Técnica
DVD sencillo
Director: VV.A.
Idioma: Español
País: Cuba
Género: Documental
Tiempo: 188 Minutos


Narra los momentos esenciales y más relevantes de la Historia Republicana de la Isla de Cuba desde el fin de la Guerra de Independencia en 1898 hasta la entrada de Fidel Castro en La Habana, en enero de 1959, al frente del Ejército Rebelde.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

ENSAYOS LATINOAMERICANOS


Por: Alfonso Reyes
1.- LA MORAL Y EL BIEN
El hombre se educa para el bien. Esta educación y las doctrinas en que ella se inspira, constituyen la moral o ética. (La palabra moral procede del latín; la palabra "ética" procede del griego) Todas las religiones contienen un cuerpo de preceptos morales que coinciden en lo esencial. Pero el bien no sólo es obligatorio para el creyente, sino para los hombres en general. El bien no solo se funda en recompensa esperada. Se funda también en razones que pertenecen a este mundo. La conducta moral, esto es, movida por el bien, nos permite vivir en paz con nosotros mismos y en armonía con los demás. Por eso es importante.El bien es una cuestión de amor y de respeto. Es amor y respeto a lo que es bueno para todos y aversión a lo perjudicial.No todo está permitido. Lo excluido es aquello que está mal, que causa mal. El bien es benéfico y el mal es maléfico.El bien no debe confundirse con nuestro interés particular en algún momento de nuestra vida. No debe confundírsele con nuestro provecho, nuestro gusto o nuestro deseo. El bien es un ideal de justicia y de virtud que puede imponernos el sacrificio de nuestros anhelos, y aún de nuestra felicidad o de nuestra vida. Pues es algo como una felicidad más amplia o que abarcase a toda la especie humana, ante la cual valen menos las felicidades personales de cada uno de nosotros.Algunos han pensado que el bien se conoce sólo a través de la razón, y que, en consecuencia, no se puede ser bueno si, al mismo tiempo, no se es sabio. Según ellos, el malo lo es por ignorancia. Necesita educación.Otros consideran que el bien se conoce por el camino del sentimiento y, como la caridad, es un impulso del buen corazón, compatible aún con la ignorancia. Según ellos, el malo lo es por mala inclinación. Necesita redención.La verdad es que ambos puntos de vista son verdaderos en parte, y uno a otro se completan. Todo depende del acto bueno de que se trate. Para dar de beber al sediento basta tener buen corazón, ¡ y agua! Para ser un buen ciudadano o para sacar adelante una familia hay que tener, además, algunos conocimientos.Aquí, como en todo, la naturaleza y la educación se completan. Por fortuna, el malo por naturaleza es educable en muchos casos y, por decirlo así, aprende a ser bueno. Por eso el filósofo griego Aristóteles aconsejaba la "ejercitación en la virtud para ser virtuosos".




Por: José Martí

Ésa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "Mi raza". Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común. Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se la llame así, porque no es más que decoro natural y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se aleja de la condición de esclavitud, no acusa inferioridad la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y a probar que su color no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.









lunes, 2 de noviembre de 2009

Bienvenid@s a Literatura Centro Americana y Mundial


Hola jóvenes, bienvenid@s a este nuevo viaje por la literatura! Los invito a trabajar y a lograr cosas maravillosas.

Su profesora Blanca Estela Vázquez Hidalgo

jueves, 24 de septiembre de 2009

Alicia en el país de las maravillas


Alicia en el País de las Maravillas

Lewis Carroll

Hay libros de los que resulta difícil escribir una opinión, pues es mucho lo que se ha dicho ya sobre ellos. Este es el caso de “Alicia en el País de las Maravillas”, un clásico de la literatura que se aprecia mejor si el lector es ya adulto.Lewis Carroll, seudónimo de Charles Dodgson, recopiló bajo el título “Aventuras subterráneas de Alicia” las disparatadas historias que una tarde de verano contó a la niña Alicia Liddell y a sus hermanas durante un paseo en barca. Esta obra, cuyo manuscrito ilustrado Carroll regaló a su pequeña musa, se publicó enseguida con el título “Alicia en el País de las Maravillas” obteniendo un éxito inmediato.“Alicia” es un libro consagrado a la imaginación donde no obstante se oculta una observación sagaz e irónica de la sociedad en la que vivió el autor y de las maneras de la misma. De ahí que esta novela, que encandila a los niños con su colorido, sepa también llegar a los lectores adultos. Porque cada personaje que Carroll incluye en la historia es la representación de un tipo humano que, trascendiendo el tiempo y las formas sociales, resulta cercano para el lector.

Además de su faceta de escritor, Carroll era un matemático vivamente interesado por la lógica simbólica, sobre la que había escrito varios libros divulgativos que pretendían acercar dicha materia al público. Así, arropadas entre las aventuras de “Alicia” se pueden encontrar numerosas paradojas que revelan el hecho de que, a pesar del dislate que parece reinar en el mundo subterráneo al que Alicia llega, sus costumbres y modos de pensar pueden ser más acertados que aquellos de los que se hace uso en el mundo real.

El autor pretendía así poner de manifiesto que muchas de las ideas que habitualmente damos por buenas, no son sino prejuicios y opiniones preconcebidas y doctrinales que carecen de toda base lógica. Luego el absurdo, principal característica de la obra, y mediante el cual se crea un mundo fantástico que subyuga al lector, es la manera en que Carroll distorsiona la realidad para colocarla ante nuestros ojos y hacernos ver así que tal vez el mundo disparatado es en el que vivimos.Los malabarismos que Carroll realiza con el lenguaje a lo largo de toda la obra son otra manera de reforzar la idea de que el despropósito atenaza nuestra vida: las palabras son la trampa que esconde el absurdo y mediante juegos y dobles significados el autor pretende demostrar que el sinsentido reside en el lenguaje que usamos a diario. Y puesto que el lenguaje es la principal herramienta con la cual el ser humano se relaciona con sus semejantes y se representa cuanto le rodea, la inexactitud del mismo sólo puede provocar caos y desorden. Lamentablemente muchos de esos dobles sentidos y juegos de palabras se pierden con la traducción, esfumándose así el que sin duda ha de ser el aspecto más brillante de toda la obra.

En 1871, seis años después de la aparición de “Alicia en el País de las Maravillas”, se publicaba una segunda parte de las aventuras de Alicia con el título “A través del espejo”. En ella nuevos personajes, muchos de ellos sacados esta vez de canciones infantiles populares, son las piezas de una enorme partida de ajedrez en la que Alicia debe llegar a convertirse en reina. Esta Alicia ha perdido sin embargo parte de la frescura y la curiosidad que caracterizaban al personaje en la primera parte. Si en el País de las Maravillas la niña asumía comportamientos propios del mundo de arriba pero sólo a través de la imitación, en esta segunda parte esos comportamientos son ya algo totalmente asumidos por su personalidad que juzga cuanto ve según una escala de valores impuesta que ha hecho suya sin ambages.

Carroll quiso representar así la pérdida de la capacidad infantil de asumir cuanto ocurre alrededor como natural, aunque no lo sea, cuando las coordenadas para juzgar lo que es anormal y lo que no lo es no han sido todavía aprendidas.Segundas lecturas aparte, la desbordante fantasía de Carroll creó una historia fascinante cuyos personajes se han convertido en figuras mundialmente reconocidas. Desde la pequeña Alicia a la Reina de Corazones pasando por el Conejo Blanco, la Liebre Marcera y el Gato de Cheshire, estos sugestivos personajes forman ya parte del imaginario popular.



Jóvenes: Les pido lean en este link la obra completa


domingo, 20 de septiembre de 2009

Aladino y la lámpara maravillosa


Aladino (corrupción del nombre árabe علاء الدين 'Alā 'ad-Dīn, literalmente ‘nobleza o gloria de la fe’) es una de las historias de origen sirio de Las mil y una noches y una de las más famosas en la cultura occidental.

La historia trata de un joven pobre en una ciudad de China llamado Aladino, que es reclutado por un mago del Magreb, haciéndose pasar por hermano de su fallecido padre, para que le ayude a recuperar una lámpara de aceite maravillosa de una cueva mágica que apresa a quien entra en ella. Después de que el mago intente traicionarle, Aladino se queda con la lámpara y descubre que puede invocar a un hosco genio que está obligado a servir a la persona que posea la lámpara. Con su ayuda, Aladino se hace rico y poderoso y se casa con la princesa Badrulbudur.
El mago vuelve y logra hacerse con la lámpara engañando a la esposa de Aladino, quien ignora la importancia de la misma. Aladino descubre entonces que un genio menor y educado puede ser invocado con un
anillo que le había prestado el mago pero olvidó durante su traición inicial. Ayudado por él, Aladino recupera a su esposa y a la lámpara.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Imágenes para llorar

Instrucciones para llorar

Julio Cortázar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.


FIN

miércoles, 2 de septiembre de 2009

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ Y LAS TRAMPAS DE LA FE


Sor Juana se nos muestra como alguien que consigue habilitarse un rincón favorable a su desarrollo intelectual en un medio hostil. Éste es la sociedad cerrada de Nueva España a finales del siglo XVII, cuya ortodoxia religiosa vigila la Inquisición, y que Paz compara a los estados burocráticos del siglo XX. La vida conventual, sometida a restricciones y espionaje y la propia condición femenina de Sor Juana, la excluyen de la educación superior y del intercambio de ideas.


El acceso a éstas se encuentra además condicionado por el atraso cultural que ya existe en la metrópoli, en lo que se refiere a
ciencia y filosofía. Los referentes de Sor Juana serán el neoplatonismo y los saberes herméticos divulgados por el jesuita Atanasius Kircher, doctrinas de moda el siglo anterior.


La obra de Sor Juana, además de una constante celebración y adulación de los poderosos a quienes debe su relativa tranquilidad, critica las limitaciones a que se ven sometidas las mujeres, constituyendo un precendente del feminismo, y expresa su pasión amorosa, o amistosa, por María Luisa Manrique de Lara. La ambivalencia de su posición: monja enclaustrada y a la vez intelectual en ejercicio y mujer de mundo, da idea de la fragilidad que la aqueja.


La investigación de Octavio Paz culmina al desvelar las circunstancias en que Sor Juana debe abandonar el ejercicio de las letras. También en esta renuncia forzada ve Paz la similitud de la sociedad barroca hispana con las modernas burocracias estatales. En ambas el disidente debe asumir un papel activo en su anulación, no sólo debe callar sino que además tiene que confesar su error y arrepentirse. Esta obra permite a Paz emitir un diagnóstico sobre la sociedad mexicana actual, heredera de la España del siglo XVII. En ellas continuidad y cambio muestran una contradicción irreconciliable, con lo que el acceso a la modernidad sólo ocurre como desgarramiento.


ALGO QUE LEER SOBRE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

Alguna vez Sor Juana Inés de la Cruz se definió a sí misma como buscadora de la verdad: "aunque sea contra mí dijo me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad" (Respuesta, l. 186s.). Esta es, luego una de las claves que explican su vida; una vida entregada al estudio y a la comprensión del enigma de la existencia. Pero la Verdad primera y última para ella fue Dios, eje y misterio, meta y punto de partida.
Nació Juana Inés un 12 de noviembre, en el pueblo de San Miguel Nepantla, hoy Estado de México, en año aún no perfectamente esclarecido, pues mientras cierta acta de bautismo de una niña "Inés" parece señalar la fecha de 1648, el p. Diego Calleja, protobiógrafo y amigo suyo, apuntó el de 1651.
Su padre era vasco y murió hacia 1669, mientras que su madre, Isabel Ramírez, mexicana, falleció alrededor de 1668. El apellido del primero ha creado confusión a lo largo del s. XX, pues se pensó que el nombre de la poetisa debió ser Juana Inés de Asbaje Ramírez, cuando ahora sabemos que en realidad fue Asuage o Asuaje. De la unión de ambos nacieron asimismo dos hermanas de Juana Inés: María y Josefa María; mientras que de la segunda pareja de su madre, Diego Ruiz Lozano, tres hermanos: Inés, Antonia y Diego. Parece haber sido hija ilegítima, aunque todavía existe duda de cuando tuvo conocimiento de ello.
No obstante, su ambición de hallar la verdad apareció desde temprano, pues afirma ella misma no haber cumplido tres años cuando, acompañando a su hermana a la escuela, se "encendió" en "el deseo de saber". Lo que se inició a tan tierna edad no concluiría sino con su vida, la cual será un esfuerzo prolongado en tal dirección. Más tarde, tras oír "decir que había Universidad y Escuelas en que se estudiaban las ciencias", importunó a doña Isabel suplicándole que le "mudara" el traje y la enviara allí. Es necesario aclarar que tan simpático ruego infantil fue naturalmente desatendido por la madre, quedando sólo como uno más de los mitos (producto con toda seguridad de una lectura y transmisión incorrectas de este pasaje de la Respuesta a Sor Filotea) el que Juana Inés haya en realidad utilizado vestimentas varoniles para asistir a la universidad. Lo que sí es cierto es que sus estudios se iniciaron, de modo azaroso, en los libros encontrados en casa de su abuelo materno en Panoayan, donde se crió. Asegura la poetisa que la reprendían para "estorbárselo", pero ella, encendida de amor por la verdad, no cesó, como no lo haría jamás, en su empeño.
Juana Inés se inició como autodidacta, y siempre lo sería. Sin embargo, fue dueña de una capacidad intelectual superior a la de la mayoría y, además, pervive la fama de su belleza física. Una vez que su familia decidió enviarla a vivir a casa de unos "deudos" que tenía en la ciudad de México (probablemente Juan de Mata y María Ramírez, tíos suyos, aprendió allí latín ("en que creo no llegaron a veinte las lecciones que tomé" nos dice con Martín de Olivas) y, poco más tarde, hacia 1665, debido a las razones antes mencionadas, entendimiento y hermosura, fue "introducida" en el palacio virreinal.
Explica el p. Calleja cómo la virreina, Leonor Carreto, marquesa de Mancera, encantada con ella, no "podía vivir un instante sin su Juana Inés". Mujeres cultas ambas, debieron gozar mutuamente de la presencia de la otra, aunque, como es lógico, fuese la poetisa la mayor beneficiada. Empero, ni aun así quitaba tiempo a sus estudios. Y éstos eran de tal nivel que el virrey, de regreso en España años después, contaba el modo con que, en aquel entonces, deslumbrado por los conocimientos de la niña, la mandó examinar juntando alrededor de cuarenta sabios en palacio. Entre ellos los había de diversas facultades, e incluso así Juana Inés respondía a las preguntas de modo tan correcto y desenvuelto como "un galeón real [...] se defendería de pocas chalupas" que lo embistieran.
Pero la jovencita, que hacía poesía desde los 8 años (¡"porque la ofrecieron por premio un libro"!, explica Calleja), deseaba, en realidad, sólo eso: estudiar.
Otro mito, al cuál dedico unas cuantas palabras, es el que sugiere los amoríos de Juana Inés. No sabemos nada, por lo que resulta superfluo hablar. Empero, la crítica teñida de romanticismo insistió, con base en algunos poemas suyos perfectamente pergeñados, en que ella entró al convento por, entre otras, esta supuestamente poderosa razón. Sin referirme a sus asuntos amorosos, de los que, repito, ignoramos todo, diré que tales hipótesis surgieron principalmente de la perfección formal de sus versos, algunos de los cuales dan, en efecto, la sensación de amor real perdido. Pero como existen otros igualmente bien hechos, donde inclusive llega a ponerse en el lugar de una viuda, es necesario dudar de su historicidad. El genio de la poetisa se manifestó, entre otras maneras, así, sabiendo transmitirnos sensaciones que no necesariamente fueron las suyas. En cuanto al ingreso al convento, existen otras causas.
La estancia en palacio volvió a la joven sumamente conocida y deseada: "de modo que en breve tiempo/ era el admirable blanco/ de todas las atenciones", nos dice en unos versos que la generalidad de la crítica considera autobiográficos. Juana Inés, bella e inteligente, pero pobre, no podía, no debía permanecer en la corte virreinal. Sin embargo, en aquella época la mujer no tenía muchas opciones. Comenta Calleja al respecto que se hallaba amenazada su virtud, pues "la buena cara de una mujer pobre es una pared blanca donde no hay necio que no quiera echar su borrón; que aun la mesura de su honestidad sirve de riesgo". Entonces, a la niña que no deseaba casarse le quedaba en el México virreinal el camino del convento.
He aquí una distorsión más en la interpretación de la vida de Sor Juana. Quienes supones que Juana Inés deseó, sobre todo, escribir, ser poeta, fallan, pues su principal anhelo no era éste, sino, como mencioné, estudiar. Pero estudiar para encontrar la verdad, la verdad única e infinita: Dios: "porque -nos dice en la Respuesta a Sor Filotea
l. 300s.)- el fin a que aspiraba era a estudiar Teología, pareciéndome menguada inhabilidad, siendo católica, no saber todo lo que en esta vida se puede alcanzar, por medios naturales, de los divinos misterios..." Ella, pues, no quiso ser poetisa, sino trabajar para llegar a la verdad. Si se ven de esta manera las cosas, se comprende que ingresara en el riguroso convento del Carmen en 1667. Allí su intento fue, según sus propias palabras, "sepultar con mi nombre mi entendimiento", sacrificándoselo a Dios. Es decir, procuró no escribir y, ni siquiera, estudiar. Aunque nos parezca increíble, esta deslumbrante mujer deseó sacrificar lo mejor de sí, la luz de su inteligencia, a quien se la había dado; pero Él no se lo permitió. "Alguien", apunta, pero ignoramos quién, le dijo que era tentación, "y así sería", concluye ella dócilmente. Juana Inés entonces, entró en un convento de regla dura: en él no escribiría, ni siquiera estudiaría, pero ello no importaba, pues la verdad, Dios, desborda infinitamente tanto a la poesía como a los libros.
Mucho se ha especulado sobre el peso que tuvo en tal decisión su confesor el p. Antonio Núñez de Miranda. Hasta hoy existen dudas, pero lo natural es que haya sido tomada luego de una seria y solitaria reflexión; no exenta, por supuesto, de otros consejos. Y aunque en un inicio concordaron entrambos, Núñez y Juana Inés, en lo tocante a que ella olvidase los estudios, la intervención arriba indicada, antes o después, lo ignoramos, se sumó a cierta enfermedad que la obligó a abandonar el Carmen.
Sin embargo, no tenía dudas sobre lo que quería, y poco después ingresaba en el convento de San Jerónimo, donde permanecería el resto de su vida (profesó en 1669). Al respecto, se dice que se hizo monja porque no deseaba casarse, y quería tiempo para estudiar, lo cual (son sus propias palabras) es verdad, pero también es cierto que el claustro "era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba para mi salvación (Respuesta, l. 270s.). Es decir, el estado religioso no resultaba ajeno a sus anhelos, pues le permitía cumplirlos (San Jerónimo era, además, un convento mucho menos rígido que el Carmen) sin faltar a los que como cristiana tenía. Más aún: puede afirmarse que, en su corazón, son complementarios, desde el momento en que búsqueda de la verdad y vida dedicada a ella son lo mismo: "porque el fin a que aspiraba era a estudiar Teología [...] y que siendo monja y no seglar, debía, por el estado eclesiástico, profesar letras". En cuanto a su vocación como escritora, hizo una afirmación que no es fácilmente descartable: "el escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena; que les pudiera decir con verdad: " 'Vos me coegistis'" ("ustedes me obligaron" Respuesta, l. 183s.).
Y, efectivamente, la historia de Sor Juana está marcada por una serie de obligaciones literarias (poemas hechos por compromiso) de modo que basta echar una ojeada al índice de sus Obras para corroborarlo: las catedrales le pedían villancicos; los famosos la obligaban al distinguirla; los amigos la agasajaban; los extraños la buscaban; y ella correspondía con lo mejor para ellos de sus posesiones: su talento poético. Porque, ¿qué otro regalo desearía cualquiera de tan extraordinario artista?
Esto exactamente sucedió con la llegada de los nuevos virreyes, los marqueses de la Laguna, en 1680. Ahora no sólo el gobierno eclesiástico le pidió villancicos, sino algo de mayor importancia y distinción: el arco triunfal para recibirlos. Sor Juana no pudo, aunque lo intentó, negarse: "ésta es le escribe al p. Núñez quejándose la irremediable culpa mía, a la qual precedió avermel(ó) pedido tres o quatro veces, y tantas despedídome yo, hasta que viniendo los dos señores juezes hazedores, que antes de llamarme a mí llamaron a la madre priora y después a mí, y mandaron en nombre del Excelentísimo Sr. Arzobispo lo hiciere, porque assí lo avía votado el Cavildo pleno..." (Carta de Monterrey, l. 57s.). La monja no quiere hacer una obra que le dará todavía mayor notoriedad de la que ya tiene: se esconde, no desea escribir, pero le ordenan llevarla a cabo. ¿Acaso no valida esto los asertos anteriores, según los cuales intentó, primero, "sepultar su entendimiento" y, luego, que la forzaron a escribir? Sor Juana no planeó ser poeta, aunque, para fortuna nuestra, la encaminaran sabiamente a serlo.
Vinieron luego los tiempos aparentemente felices del gobierno de los marqueses de la Laguna (1680-86), con quienes tuvo gran amistad (permanecieron en México hasta 1688, pero la jerónima seguiría en contacto epistolar con ellos toda su vida); tiempos que, empero, se vieron empañados por el rompimiento con su confesor, el p. Núñez de Miranda, a raíz, principalmente, de haber hecho el arco triunfal (llamado Neptuno alegórico). Sin que hayan sido esclarecidas del todo las razones, la línea principal indica que Sor Juana terminó su relación con el jesuita porque éste la acusaba de no seguir el camino que, según él, debía seguir toda monja: retraimiento y retiro, sin públicos lucimientos ni esto es lo que no pareció a la Fénix, pues a lo anterior, ya lo dije, no le concedía importancia estudio. Honda herida debieron dejar en ella tanto las reprensiones como el inevitable fin de su me atrevo a decirlo amistad.
Por otra parte, la fama había ya hecho de la poetisa una notabilidad, y difícilmente podría alejarse de la escritura. Con todo, hacia 1685 concluyó el único poema hecho, según su personal confesión, por propio gusto: El sueño (también conocido como
Primero sueño). Además, en 1689 apareció en España el primer volumen de sus Obras, Inundación castálida.
Pero el año de 1690 fue especialmente significativo en la existencia de Sor Juana. Su fama (esa que desde temprano la atormentó, llevándola a exclamar: "¿de qué embidia no soi blanco? ¿De qué mala intención no soi objeto? ¿Qué acción hago sin temor? ¿Qué palabra digo sin recelo?") hizo que circulara entre los habitantes de Nueva España un texto suyo de origen extraño. Alguien no sabemos, hasta hoy, quién, pese a todas las hipótesis, muchas de ellas insostenibles, que se han lanzado, habiéndola oído disertar sobre cierto sermón que el jesuita portugués Antonio Vieira pronunciara cincuenta años antes, le ordenó, dada la calidad de sus ideas, ponerlas por escrito. Este papel debió pasar de mano en mano en copias manuscritas hasta llegar a poder del obispo de Puebla, don Manuel Fernández de Santa Cruz, quien finalmente lo publicó con el título de Carta atenagórica ("propio de la sabiduría de Atenea"). Éste iba precedido por una carta-prólogo suya conocida como Carta de Sor Filotea de la Cruz a la poetisa, pues el obispo, para que su amiga y los lectores no sintieran que los consejos y admoniciones ahí expresados tenían carácter oficial, la firmó con ese seudónimo: "Filotea de la Cruz". El escrito de Sor Juana trata materias totalmente teológicas, terreno reservado entonces no sólo a los varones, sino a varones de alta calidad intelectual. Debido precisamente al espléndido nivel mostrado por la poetisa, el obispo, deslumbrado, lo daría a la prensa. Pero antes, como es obvio, habíase ya excitado en algunos (ignoramos, de nuevo y a pesar de innumerables e insostenibles tesis, sus nombres) envidia (he aquí una vez más el martirio añejo de la Décima musa, aquél del que desde temprano se quejara). La envidia atrajo asimismo el escándalo de aquellos que no toleraban a una mujer teóloga. Además, en don Manuel existió cierto resquemor de que los argumentos usados por la monja (¡todos ellos impecables desde el punto de vista ortodoxo!) la hicieran envanecerse. El pastor no obstante, ya lo dije, publicó la Carta atenagórica. Sus motivos fueron dos: acallar las voces de los enemigos de la monja, avalando con su autoridad el texto, y hacer ver a ésta que, pese a la correcta estructuración formal de su argumentación, había en ella cierto tufillo vanidoso, producto seguramente de años de alabanzas y aplausos que, sin hacer mella de ningún modo en su carácter siempre dócil, parecían haberla hecho, aunque fuese sólo momentáneamente y allí, perder la humildad. Por eso el prólogo firmado como Sor Filotea primero la alaba, defendiéndola de quienes la critican, pero asimismo la amonesta, en bien público y, sobre todo, de su propia alma.
Pocos meses después de recibir su escrito impreso, atónita y, ella lo reitera, agradecida con el obispo, redacta la
Respuesta a Sor Filotea. Documento reconocido por la defensa del derecho de las mujeres al estudio (cosa que, ciertamente, había ya hecho Sor Filotea) es, además, una detallada narración de la vida y vocación de su autora. En él dialoga con su amigo, explicándole cómo su único deseo fue estudiar (¡al igual que cualquier ser humano, mujer u hombre¡) "para ignorar menos", no para enseñar, ni mucho menos para escribir. A ella, asevera, la obligaron, ¡todos ellos!, con sus insistencias y apremios, pues su único afán era buscar la verdad. La Respuesta entonces no sale únicamente en defensa de las mujeres, pero de todo hombre que desee saber; saber para hallar a Dios, pues tal es, en última instancia, el sentido de su trabajo intelectual.
Ese mismo año de 1691 fue escrita una misiva recientemente sacada a luz, cuya firma es de una tal Serafina de Cristo. Como lugar de redacción se da el convento de San Jerónimo. Dicho documento se publicó en 1996 adjudicándoselo a Sor Juana, pero hoy sabemos a ciencia cierta que no es de ella. En él se la defiende de cierto impugnador, cuya critica se relaciona con el asunto de la Atenagórica, pero como esta carta se encuentra cifrada, resulta problemático reconocer tanto a su autor como la identidad del enemigo de la poetisa ahí criticado.
Por si no bastara, 1692 fue trágico para la Nueva España. Hubo problemas con los granos, pues una plaga redujo severamente las cosechas, lo cual causó especulación y elevación de los precios. Un motín fue la resultante. Las cosas no se veían bien. Los novohispanos entendieron que Dios los reprendía. Hubo rogativas y procesiones. Sor Juana debió reflexionar y hacer examen de conciencia. Las amorosas palabras de Sor Filotea cayeron en terreno fértil, y la gran poetisa, teniendo en cuenta los tiempos, con humildad le otorgó la razón. Entonces se reconcilió con su antiguo confesor. Ignoramos la actitud de éste, pero, sacerdote de Cristo, debió encontrarla con actitud paternal. Lo que sí se sabe es que Sor Juana no dejó del todo ni los estudios ni las letras: las plumas de Iberoamérica seguían solicitándola, y su cortesía no estaba peleada con su fe. Viéndola cambiada, el mismo p. Núñez, más viejo y sabio, muy probablemente no le exigió abandonos totales: la madre Juana se había transformado, pues ya no era el centro de su vida la obsesión libresca (es conocida la venta de su biblioteca en aras de los pobres). Era la hora de ir a buscar la verdad en un sitio más alto: la caridad. Y en este camino fue ahora la Verdad la que salió en busca suya. Una epidemia entró en San Jerónimo, y Sor Juana, cuidando a sus hermanas, cayó enferma; enfermedad que la llevó a la muerte el 17 de abril de 1695, día que, como dice el p. Calleja, fue para ella "principio de la eternidad".

domingo, 30 de agosto de 2009

CLIS DE SOL


El clis de sol

Manuel González Magón, Costa Rica

No es cuento, es una historia que sale de mi pluma como ha ido brotando de los labios de ñor Cornelio Cacheda, que es un buen amigo de tantos como tengo por esos campos de Dios. Me la refirió hará cinco meses, y tanto me sorprendió la maravilla el no comunicarla para que los sabios y los observadores estudien el caso con el detenimiento que se merece.Podría tal vez entrar en un análisis serio del asunto, pero me reservo para cuando haya oído las opiniones de mis lectores. Va, pues, monda y lironda, la consabida maravilla.


Nor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de edad, como nacidas de una sola "camada" como él dice, llamadas María de los Dolores y María del Pilar, ambas rubias como una espiga, blancas y rosadas como durazno maduro y lindas como si fueran "imágenes", según la expresión de ñor Cornelio. Contrastaban la belleza infantil de las gemelas con la sincera incorrección de los rasgos fisionómicos de ñor Cornelio, feo si los hay, moreno subido y tosco hasta lo sucio de las uñas y lo rajado de los talones. Naturalmente se me ocurrió en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de boquirrubias.


El viejo se chilló de orgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés de la peluda mano y contestó: -¡Pos yo soy el tata, más que sea feo el decilo! No se parecen a yo, pero es que la mama no es tan pior, y pal gran poder de mi Dios no hay nada imposible.-Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así como las chiquitas?-No, señor; en toda la familia no ha habido ninguno gato ni canelo; todos hemos sido acholaos.-Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan nacido con ese pelo y esos colores?El viejo soltó una estrepitosa carcajada, se enjarró y me lanzó una mirada de soberano desdén. -¿De qué se ríe, ñor Cornelio?-¿Pos no había de rirme, don Magón, cuando veo que un probe inorante como yo, un campiruso pion, sabe más que un hombre como usté que todos dicen qu'es tan sabido, tan leído y que hasta hace leyes onde el Presidente con los menistros?-A ver, explíqueme eso.-Hora verá lo que jue.Nor Cornelio sacó de las alforjas un buen pedazo de sobado, dio un trozo a cada chiquilla, arrimó un taburete, en el que se dejó caer satisfecho de su próximo triunfo, se sonó estrepitosamente las narices, tapando cada una de las ventanas con el índice respectivo, restregó con la planta de la pataza derecha limpiando el piso, se enjugó con el revés de la chaqueta y principió su explicación en estos términos:-Usté sabe que hora en marzo hizo tres años que hubo un clis de sol en que se oscureció el sol en todo el medio; bueno, pues, como unos veinte días antes Lina, mi mujer, salió habelitada de esas chiquillas. Dende ese entonces le cogió un desasosiego tan grande que aquello era cajeta: no había cómo atajala, se salía de la casa de día y de noche, siempre ispiando pal cielo; se iba al solar, a la quebrada, al charralillo del cerco, y siempre con aquel capricho y aquel mal que no había descanso ni más remedio que dejala a gusto. Ella había sido siempre muy antojada en todos los partos. Vea, cuando nació el mayor jue lo mesmo; con que una noche me dispertó tarde de la noche y m'hizo ir a buscarle cojoyos de cirgüelo macho. Pior era que juera a nacer la criatura con la boca abierta. Le truje los cojoyos; endespués otros antojos, pero nunca la llegué a ver tan desasosegada como con estas chiquitas. Pos hora verá, como l'iba diciendo, le cogió por ver pal cielo día y noche, y el día del clis de sol, qu'estaba yo en la montaña apiando un palo pa un eleje, es qu'estuvo ispiando el sol en el breñalillo del cerco dende buena mañana.Pa no cansalo con el cuento, así siguió hasta que nacieron las muchachitas estas. No le niego que a yo se m'hizo cuesta arriba el velas tan canelas y tan gatas, pero dende entonces parece que hubieran traído la bendición de Dios. La mestra me las quiere y les cuece la ropa, el Político les da sus cincos, el Cura me las pide pa paralas con naguas de puros linoses y antejuelas en el altar pal Corpus y, pa los días de la Semana Santa, las sacan en la procesión arrimadas al Nazareno y al Santo Sepulcro; pa la Nochebuena las mudan con muy bonitos vestidos y las ponen en el portal junto a las Tres Divinas. Y todos los costos son de bolsa de los mantenedores, y siempre les dan su medio escudo, gu bien su papel de a peso gu otra buena regalía. ¡Bendito sea mi Dios que las jue a sacar pa su servicio de un tata tan feo como yo...! Lina hasta que está culeca con sus chiquillas, y dionde que aguanta que no se las alabancén. Ya ha tenido sus buenos pleitos con curtidas del vecindario por las malvadas gatas.Interrumpí a ñor Cornelio temeroso de que el panegírico no tuviera fin, y lo hice volver al carril abandonado.-Bien, ¿pero idiái?-¿Idiái qué? ¿Pos no ve que jue por haber ispiao la mama el clis de sol por lo que son canelas? ¿Usté no sabía eso?-No lo sabía, y me sorprende que usted lo hubiera adivinado sin tener ninguna instrucción.-Pa qué engañalo, don Magón. Yo no juí el que adevinó el busiles. ¿Usté conoce a un mestro italiano que hizo la torre de la iglesia de la villa: un hombre gato, pelo colorao, muy blanco y muy macizo que come en casa dende hace cuatro años?-No, ñor Cornelio.-Pos él jue el que m'explicó la cosa del clis de sol.

jueves, 27 de agosto de 2009

LA SIRENITA

La Sirenita

[Cuento infantil. Texto completo]
Hans Christian Andersen

En el fondo del más azul de los océanos había un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.
La Sirenita, la más joven, además de ser la más bella poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusas al oírla dejaban de flotar.
La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas.
-¡Oh! ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!
-Todavía eres demasiado joven -respondió la abuela-. Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para subir a la superficie, como a tus hermanas.
La Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín adornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada.
Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor.
-¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres. Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!
Apenas su padre terminó de hablar, La Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla. De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de La Sirenita y dejaban oír sus alegres graznidos de bienvenida.
-¡Qué hermoso es todo! -exclamó feliz, dando palmadas.
Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba La Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. La Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. “¡Cómo me gustaría hablar con ellos!", pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: “¡Jamás seré como ellos!”
A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: “¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!” La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. La Sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón.
La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. La Sirenita se dio cuenta en seguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida.
-¡Cuidado! ¡El mar...! -en vano la Sirenita gritó y gritó.
Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió. La Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe, lo tuvo en sus brazos.
El joven estaba inconsciente, mientras la Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, la Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo.
Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar.
-¡Corran! ¡Corran! -gritaba una dama de forma atolondrada- ¡Hay un hombre en la playa! ¡Está vivo! ¡Pobrecito...! ¡Ha sido la tormenta...! ¡Llevémoslo al castillo! ¡No! ¡No! Es mejor pedir ayuda...
La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas.
-¡Gracias por haberme salvado! -le susurró a la bella desconocida.
La Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella, y no la otra, quien lo había salvado.
Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos!
Cuando llegó a la mansión paterna, la Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en la garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación. Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, la Sirenita, nunca podría casarse con un hombre.
Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla. Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla.
-¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor.
-¡No me importa -respondió la Sirenita con lágrimas en los ojos- a condición de que pueda volver con él!
¡No he terminado todavía! -dijo la vieja-. ¡Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola.
-¡Acepto! -dijo por último la Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera.
Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído.
-No temas -le dijo de repente-. Estás a salvo. ¿De dónde vienes?
Pero la Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle.
-Te llevaré al castillo y te curaré.
Durante los días siguientes, para la Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio.
Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con la Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, la Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.
Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de la Sirenita.
La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. La Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. La Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.
Al caer la noche, la Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta. Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas:
-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas.
Como en un sueño, la Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma.
Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un rayo amarillento sobre el mar y, la Sirenita, desde las aguas heladas, se volvió para ver la luz por última vez. Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana, cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas:
-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!
-¿Quiénes son? -murmuró la muchacha, dándose cuenta de que había recobrado la voz-. ¿Dónde están?
-Estás con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos.
La Sirenita, conmovida, miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban:
-¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras! Volemos hacia los países cálidos, donde el aire mata a los hombres, para llevar ahí un viento fresco. Por donde pasemos llevaremos socorros y consuelos, y cuando hayamos hecho el bien durante trescientos años, recibiremos un alma inmortal y podremos participar de la eterna felicidad de los hombres -le decían.
-¡Tú has hecho con tu corazón los mismos esfuerzos que nosotras, has sufrido y salido victoriosa de tus pruebas y te has elevado hasta el mundo de los espíritus del aire, donde no depende más que de ti conquistar un alma inmortal por tus buenas acciones! -le dijeron.
Y la Sirenita, levantando los brazos al cielo, lloró por primera vez.
Oyéronse de nuevo en el buque los cantos de alegría: vio al Príncipe y a su linda esposa mirar con melancolía la espuma juguetona de las olas. La Sirenita, en estado invisible, abrazó a la esposa del Príncipe, envió una sonrisa al esposo, y en seguida subió con las demás hijas del viento envuelta en una nube color de rosa que se elevó hasta el cielo.
FIN